sábado, 5 de febrero de 2011

Embr(i)ague




Ahora todo se frena como si alguien hubiese puesto su empeine bajo mi acelerador.

Huele a goma quemada, incluso sabe a goma quemada. Esto no flota, no hay balsas de aceite. Gasolina y explosión, de todo excepto ganas. Cualquier cosa puede empezar cuando algo se acaba, el pez se muerde la cola, y yo pico tu anzuelo porque me da la gana. Consciente de que no me voy a dejar pescar, me dejo querer. Dejarme querer, aquí, consiste en dejarme odiar 9 horas al día para sonreír cada 28 de mes.
Bajo las escaleras, abro los ojos, ya los volveré a cerrar mañana otro rato.

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