Y efectivamente, aquel era otro mundo. Hasta allí navegaba la civilización, llegaba la ciudad. Y allí se acababa
- Arturo Barea, La forja de un rebelde -
La vida era el caos, la vida era ese orden creciente, el desmembramiento, dejarse partes de uno mismo olvidadas por ahí, y la gente trataba inútilmente de recogerse y recomponerse al caer el día, de no perder ni un ápice de sí mismos, ni de regalar, ni compartir, ni perder (todo en la vida era perder, desde el principio de los tiempos). Y para qué existe el orden si no es para desordenarlo, y qué difícil, qué difícil era asumir todo esto, y hacerle frente, y despedirse de los trocitos, del pasado, del futuro, qué difícil, y sin embargo, yo quería ir a buscarlo, a pesar de todo, porque al fin y al cabo eso era la vida, y tenía que aprender (enséñame, enséñame), tenía que aprender a ser, a ser valiente. Va-li-en-te.
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